Dic 202010
 

TRON LEGACY (2.010). ¿PERO QUÉ CREMA ANTI-AGE USA JEFF BRIDGES?

“’Tron: Legacy’ es el salvapantallas
más impresionante del mundo”
Variety.
 
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¿Se imaginan a Charles Chaplin (nacido en 1.889), Paul Newman(1.925), Raquel Welch(1.940) y Scarlett Johansson(1.984), en la flor de la vida, protagonizando juntos una formidable y novedosa película de aventuras ambientada en el siglo XXI? El mayor activo de Tron: Legacy es que nos anuncia que pronto esto será posible. En el film el maduro Jeff Bridges es objeto de la madre de todos los liftings de la historia del cine, con permiso de Benjamín Pitt Button. Afortunadamente todavía no es perfecto, pues su hieratismo nos recuerda al propio Bridges en Starman(1.984), donde encarna a un E.T. que no es precisamente Jim Carrey a la hora de gesticular; al “Clu” de Legacy (Jeff Bridges yogurín) se le ven ligeramente los hilos. Pero muy poco. Admito que la primera escena es asombrosa, de esas que hacen gritar ¡releches, qué grande es el cine! ¿Entonces por qué el adverbio afortunadamente? Porque el salto que ello representará en la historia del celuloide será tan colosal que va a requerir un periodo de mentalización por parte del gran público. Y no descartemos algunas sesiones de psicoterapia para los muy cinéfilos: “Repite conmigo: Steve McQueen no está muerto del todo y sí, es el apuesto joven que le está metiendo la lengua hasta las amígdalas a Nataly Portman en esa escena”.

Tron: Legacy es un correcto entretenimiento de la fábrica de sueños Disney, aderezada por un correcto 3D que te hace olvidarte de las gafotas y no pedirle la hora a la autoridad competente. Hay películas cuya impronta queda impresa para siempre en los senderos más profundos de tu cerebro y otras que tienen el mismo efecto secundario en tus neuronas que una partidita en la consola. Tron: Legacy es la pesadilla de los que se quedan dormidos con el video-juego. El guión…¡un momento! ¿qué guión? La historia está diseñada al ritmo de la correcta banda sonora de Daft Punk, a saltos casi epilépticos. Alguno ha hecho de la necesidad virtud esgrimiendo que su simpleza es un homenaje a la virginal inocencia ochentera de la primera. Claro, estamos en Navidad y la opción B es terrible así que apliquemos el espíritu “mirad qué enorme caballo de madera tan bonito, vamos a dejarle pasar”. Podríamos afirmar que se caracteriza por la obsesión por no profundizar un micrómetro en los (más que interesantes) temas que aborda, no sea que a algún espectador le haga pensar un poco más de un nanociclo. Esa superficialidad se extiende a la naturaleza de los personajes; salvo el de Kevin Flynn están dotados de la profundidad de una chirimoya adulta. La pregunta: ¿es eso exactamente lo que pretendían hacer por intereses comerciales o es que no saben hacerlo mejor? Respuesta: eso es exactamente lo que pretendía porque no saben, ni pueden hacerlo mejor. Lo asombroso es que la película dispone seis (¡sí, seis!) guionistas, que se han esforzado en hacer algo terriblemente banal, un texto de bajo perfil que responda a estas tres consignas: taquilla, taquilla, taquilla, frente a la triple humildad agustiniana.

Y hablo de humildad por algo muy concreto: los guiños. Los hay simpáticos, los hay terriblemente heréticos y tendrían que ser constitutivos de delito: La pirámide truncada robada descaradísimamente a Blade Runner es como una hostia en la cara. ¿Pero se ha ganado el director esa licencia? El habitáculo donde vive el Bridges maduro es la sala final de 2.001, estilo Luis XVI, remodelada con muebles del Ikea con mucho metacrilato. ¿Se lo han ganado? Pues tampoco. ¿Y el simulacro de Han Ford Solo en el Halcón Milenario cargándose a los malos? Ni de coña. Joseph Kosinski no es ni Scott, ni Kubrick ni Lucas, ni se parece ni en el blanco de los ojos. Qué manía de tomar por la patilla elementos de obras maestras, como si eso… Perdón, pero es que me pone de mala leche. Bueno ese tipo de cosas me sulfuran y que siempre esté chupao adivinar las passwords alfanuméricas en las películas. En fin, me remito a unas declaraciones recientes de Coppola: “¿Quieres tener éxito, ser rico y famoso, o quieres hacer películas preciosas y bellas y que sean útiles?”.

Respecto de la interpretación, ni el siempre estupendo Jeff Bridges es capaz de equilibrar la balanza. Me refiero al canoso de patas de gallo y ojeras, al que “los ciclos no le han tratado bien”, no su clon digital. Los cogen tan jovencitos que todavía no están hechos, les quedan varios hervores a fuego fuerte. Me refiero a unos actores elegidos para enamorar con su físico griego a una generación de chavales de medio mundo comprendidos en una horquilla concreta de edad; la que ya tiene algo de dinero en el bolsillo pero todavía confunden una obra del Maestro Chapí con la picha del maestro de obra. El chico (Garrett Hedlund) no es Cary Grant, precisamente. Vive en una especie de loft acondicionado en un garaje, porque toda idea tecnológica que se precie en USA tiene que ser urdida en uno de esos antros (Joder, que hagan el MIT con forma de garaje de barrio). Ella (Olivia Wilde), para empezar no llena ni de lejos el cuero del traje con la puerta de la lavadora detrás, incorporada, el soporte para el disco de datos/lucha (¡Oh, me martillea todavía Halle Berry en Catwoman!). Todo lo que tiene de guapa lo tiene de a…CENSORED…a. La joven detenta el dudoso honor de quedar la última en el apartado de interpretación, por detrás incluso de la réplica digital de Bridges, que se le ve incluso un poco más humano que ella. El doctor House estará celoso (la chica interpreta a “Trece” en la serie) pues el Bridges talludito aparentemente vive con ella en la casita de 2.001. Pero entre que al viejo le va el rollito zen y ella en la película es una jodida cariátide, no sé yo si tendrá motivos.

Después de despellejar toca aquilatar los méritos de Tron Legacy. Mi sobrino de 10 años, con quien tuve el placer de visionarla, le dio un 6, nota en la que ya habíamos coincidido antes de preguntarle. Y me fio más de él que de todos los críticos del mundo mundial. Sin embargo creo que merece la pena verla aunque solo sea por erigirse como la precursora de lo que está por venir: una reinvención del cine que no vendrá de la mano del 3D. No. La reinvención/revolución pasará por resucitar a los actores muertos de todos los tiempos que de verdad de la buena, entonces sí serán inmortales. Vamos a disfrutar de lo lindo.

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ANEXO: Unos apuntes rápidos sobre Tron (1.982) y tabla comparativa.

El eslabón perdido entre Hall 9000 y Skynet, un antiguo programa de ajedrez crece exponencialmente hasta convertirse en un malísimo Control Central de Programas (CCP). Kevin Flynn es el creador de Paranoids e Invaders pero el programador malo Dillinger se ha pasado el © por el arco del triunfo y se los ha birlado.Cuando Flynn Bridges intenta obtener pruebas de su autoría es alcanzado por un decodificador de materia que digitalizaría hasta un jamón serrano. Una vez dentro de esa enorme máquina de millón que es el ordenador central de la compañía, se batirá el cobre a muerte con programas, ante el vulgo digital, sediento de sangre y bytes triturados. Tron, un troyano en la corte del CCP en un microcosmos muy peligroso (“cuidado con las macros ocultas”), le ayudará a reprogramar al malo haciendo el sistema abierto. Especial mención a un personajillo menor, bit, que como su nombre indica es terriblemente booleano (Sí/No), y hubiera podido dar mucho juego tanto en esta como en Legacy si se le hubiera usado de oráculo googleano. Tron es incontrovertible predecesora de Matrix: los hermanos Wachowsky seguro que se compraron en la tienda de merchandising de la salida del cine un “frisby” fluorescente ochentero y un poster que plantificaron en su habitación de su casa natal de Chicago; un poster que chinchetearon al lado de la estantería donde dos años después descansaría la novela Neuromante de William Wibson, génesis del cyberpunk. End of file.

COMPARATIVA

TRON (1.982)

TRON: LEGACY (2.010)

MALOS / BUENOS

Rojos / Azules

Anaranjados / Blanco azulados

(No vayamos a cabrear a nadie)

EFECTOS/ESCENOGRAFÍA

Flojos (buenos para la época. No en vano tenían a Moebius detrás, en el diseño de vestuario, por ejemplo).

Más que aceptables pero no para tirar cohetes como, de hecho, hacen.

GUIÓN/DIÁLOGOS

Aceptable original/Aceptables

In-aceptable/ MUY flojos

PERSONAJES

Creíbles dentro de la fantasía. La chica es un poco un 0 a la izquierda.

Planos, salvo Bridges maduro que salva algo los muebles.

MÚSICA

Aceptable, no electrónica, 80’s

Electrónica, correcta.

FRASE SIGNIFICATIVA

“¿Te gustaría terminar trabajando como calculadora de bolsillo?”

Amenaza cruel del CCP al jefe de los programas.

“Me has estropeado el rollito zen”

Jeff Melasoplatodoaquidentro Bridges

GUIÑO CINEMATOGRÁFICO FUERA DE LUGAR

Nave que emula torpemente al Destructor Imperial de Star Wars

Todos, pero uno especialmente gratuito y sangrante: la pirámide truncada con focos de Blade Runner

UN ACIERTO

Recurrir a los mandalas, las representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos, utilizados en el budismo y el hinduismo.

Recrear digitalmente a Jeff Bridges con 28 añitos menos, encarnando a Clu, el que corta el “bacalao” allá adentro.

UNA TONTERÍA CIENTÍFICA/TECNOLÓGICA

Los ordenadores usados, ¿tienen algún Sistema Operativo identificable?

El concepto de “Algoritmos isomórficos” para representar… ¿Knowbots con I.A?

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(c), 2010 Raymond Gali. Crítica cinematográfica cedida por la revista Tiempos Futuros Future Times
 

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Jun 032010
 

BRAZIL (1985): ¿LA LOCURA DE UN GENIO O LA GENIALIDAD DE UN LOCO?    (ENGLISH VERSION)

“No hay ninguna parte, nunca es bastante lejos”
“Hoy les quiero hablar de tuberías”
“Por la presente le informo según los poderes recibidos por
la sección 7 del párrafo 7… el señor Tuttle de las torres Sangri
-la queda obligado a los costes financieros, …firme aquí, otra vez.
Más fuerte esta vez”
«Esto es obtención de información y no dispersión de información…»

Si les decimos que estamos ante una película del conocido subgénero “Distopías orwellianas surrealistas abigarradas tragicómicas” (“Inclasificable recalcitrante”, para los amigos) pensarán que ahí solo cabe este film. Acertarán, claro. Ah, perdón: Distopía es la antítesis de una utopía, una utopía negativa en la que los acontecimientos supuestamente históricos que se narran discurren por cauces siniestros, opresivos. Ah, ¿ciencia-ficción? Pues también.

Poster Película

Igual que dijimos que Contact sería (y fue) la película que haría un grupo de brillantes científicos, Brazil es la movie que excretaría (y excretaron) el grupo de humoristas más brillantes y desquiciados de la historia del celuloide… ¡con cuatro copas de más! (en este caso, uno de ellos). A pesar del remate etílico final borren del silogismo la palabra “improvisación” y sustitúyanla por “ingenio”. Brazil es todo genialidad surrealista dalidiana enlatada en 142 minutos. Nominación al Oscar, por mejor guión original, de propina. Fotografía fabulosa, por cierto.

Poster Película

El actor Jonathan Pryce borda el papel de un tecnócrata diligente (el protagonista Sam Lowry) pues, casi por ósmosis, transmite al espectador su desconcierto ante el delirio visual y argumental que perpetró el exPython, rozando el delito intelectual, sin duda. Robert De Niro (Tuttle) hace poco pero, como siempre, lo que hace lo hace “niquelao”: Conspirador contra el sistema desde su tapadera de calefactor pirata, aparece y reaparece como el Guadiana, cuándo y cómo menos te lo esperas; a veces tarareando “Brazil”, a veces urdiendo bombardear el sistema desde dentro junto a sus secuaces de la “resistencia”. Sus desapariciones, épicas, bajo los acordes gloriosos, deslizándose por un cable entre los edificios kilométricos. Completa el reparto un grupo de actores solventes entre los que se podrían destacar muchos, por ejemplo, un Bob Hoskins sensacional, quien personaliza un engranaje de la absurda maquinaria burocrática que les oprime.

Poster Película

En algún lugar del siglo XX” es donde/cuando se desarrollan los acontecimientos. Pero un siglo XX anti-ucrónico, industrial, burocratizado y que, sin duda, perdió por el camino (de los universos paralelos) el tren de la revolución digital: en esta realidad alternativa nunca debieron existir Gates y Jobs…o si lo hicieron terminaron sus días rellenando el formulario 27b/53 para solicitar la creación de impresas innovadoras. Lo analógico se impone, lo mecánico campa a sus anchas, normalmente mal engrasado, estridente. En el universo de “Brazil” no conocen el 3 en 1, ni maldita la falta que les hace. Muerte al software, viva el harware cochambroso, chirriante.

Brazil

La hazaña visual, el derroche imaginativo, que constituye “Brazil” alcanza la apoteosis del barroquismo onírico, que completan las otras dos entregas de la (discutible) trilogía-según su director-“Los bandidos del tiempo” (1981) y “Las aventuras del Barón Munchausen” (1989). La atmósfera de irrealidad, la sensación de “mi mundo me lo han cambiado”, se respira desde el primer fotograma. Estamos ante una realidad paralela, monitorizada por un omnímodo Ministerio de Información, en la que las caricaturas andantes que son ciudadanos de a pie, ejercen impasibles como convidados de piedra de un mundo monstruosamente burocratizado.

Poster Película

El exPython estrenó en 1985 esta película delirante a capas, tan densa que se puede masticar, que igual que Memento requiere varios visonados para captar todos los detalles, todas las ironías (algunos lugares de ese mundo de hormigón y funcionarios tienen nombres bucólicos: Sangri-la, Verdes Pastos, etc), toda la acción que se desarrolla en un segundo plano. El director, Terry Gilliam, dispone para crear esta película cuadridimensional de una batería casi infinita de recursos, humanos, materiales, pero sobre todo argumentales: Pendulos “Si/No” para la toma de decisiones, militares de estética nazi cantando villancicos (“eso no es un si bemol”), sombreros/zapato (¿y zapatos/sombrero?) como el de la ególatra y recauchutada madre del protagonista (inquietantemente parecida a cierta duquesa española)… En una película cuya desarrollo se cimenta en una mosca muerta que emborrona la letra de un apellido en un papel…, todo es posible. Al igual que en Blade Runner se diseñó un microuniverso entero, una realidad de diseño braziliano autosuficiente.

Poster Película

Ese nanouniverso es duro, cruel, violento, macabro, escatológico, gore en ocasiones. Al grupo humano que hizo que se nos desencajara la mandíbula en “La Vida de Brian”, cuando le da por la casquería no le gana nadie. Y sino que se lo pregunten al obeso que literalmente explota por una chocolatina en “El Sentido de la Vida” (1983). En la ¿película? con la que hoy lidiamos los niños juegan con armas pero le piden tarjetas de crédito a Papá Noel. Los cuerpos de seguridad disfrutan machacando al común, disparando primero y preguntando después, pero son incapaces de actuar sin los impresos reglamentarios que los respalden. Los atentados terroristas dejan despedazados por doquier pero si no te toca a ti continuas la conversación en el punto en el que lo dejaste y te terminas tranquilamente la ternera braseada (en formato bolas de helado); un simple biombo separa el horror del hedonismo y apacigua las conciencias mientras los músicos siguen tocando, como en el Titanic mientras éste se hundía. A pesar de que la necrofilia no se practica-pero sí se menta-en la película no dejen verla a sus hijos hasta que tengan treinta y cinco años.

Brazil

Sin embargo, en la bomba de relojería a punto de estallar que es “Brazil” (¿o que estalla en la cara del espectador?) el amor tiene cabida, existe un pequeño ámbito, un resquicio en el hormigón por dónde asoma el sentimiento que glosó Stendhal. Jill Layton (Kim Greist) es la afortunada de la que se enamora el protagonista, primero desde sus sueños, luego en la realidad, como estipulan los cánones surrealistas. Ambos buscan la libertad pero con diferentes enfoques. Él se quiere escapar de esa realidad con ella: “Nos iríamos a alguna parte” Ella: “No hay ninguna parte, nunca es bastante lejos”. Los únicos espacios de libertad son la sección de lencería y las vallas publicitarias que anuncian paraísos verdes, imposibles de todo punto en ese microcosmos tóxico, contaminado y asfixiante que es “Brazil”. En cualquier caso un “I Love You” escrito en el parabrisas de un camión ablanda a la chica; en aquel mundo monstruoso todavía caben los sentimientos…pero de canto.

Poster Película

La cúspide del sistema es el Ministerio de Obtención de Información, centralizado en un colosal edificio de 84 plantas de estética neonazi, industrial, por cuyos pasillos circula el gran jefe Warren y su sequito de burócratas desesperados: “Dígale que sí, dígale que no”. La burocracia consume una cuarta parte del PIB pero lastra la maquinaria del sistema de forma irremisible: Nada, en el fondo, funciona como debería. Los documentos suben y bajan, aparatosamente por unos tubos representan metafóricamente a un sistema que se colapsa al mínimo imprevisto. El inútil del jefe de Sam Lowry, el señor Kurzmant, se ahoga en un vaso de agua, cuando no sabe qué hacer con un cheque que había que reembolsar a un muerto: Gran tragedia griega. Los ascensores son demasiado lentos, los despachos ridículos, oblongos, y las máquinas-aparatosas, bruscas, kafkianas-se estropean constantemente. Las tapas no encajan donde deberían: “Han vuelto al Sistema Métrico, sin avisar”. La falta de un impreso 27b/6 detiene a los malos de perpetrar sus fechorías: “Volveremos, idiota hijo de puta”. Los camareros son incapaces de servir en un restaurante un solomillo poco hecho si no especificas su código: “Tiene que decir el número”. Ah, si te detienen tienes que firmar un recibo.

Brazil

Pero los universos oníricos son los verdaderos protagonistas del film, el surrealismo el lenguaje que se chapurrea en “Brazil”: “No llegarás a ninguna parte con un traje así” (y le entrega otro exacto pero con un tono menos de gris). “¿Mellizas? No, trillizas”: “¿Trillizas? Ah, como pasa el tiempo”. Un samurai enorme, plúmbeo, metálico, silencioso, impersonal aparece y desaparece en los sueños del narcoléptico Sam Lowry, amalgamado con su amada, y trata de matarle; al quitarle su milenaria máscara aparece él mismo, pero también un policía se transfigura freudianamente en él. Una camisa de fuerza para el director y unos bonos descuento para el psiquiátrico para los abnegados espectadores, por favor. Y hablando de habitaciones acolchadas, cuando el todopoderoso señor Hellman, disfrazado de Papá Noel, se presenta en la que termina el protagonista le dice: “Sé lo que sientes. Por eso te he traído agua de cebada”. Claro.

Poster Película

En fin, que recomendamos que vean esta desquiciante película, esta obra maestra para el que les escribe, este Gran Hermano Orwelliano reinterpretado por alguien con exceso de dopamina en su cerebro. Y se lo recomendamos especialmente a ese 6 % de la población total, mentalmente sana: Tras visionarla cruzarán la línea, no lo duden. Al otro lado, aquí, se está fenomenal, la verdad. Ah, y a los demás que la vean también: “Brazil” será la puntilla de sus patologías psiquiátricas.

(c), 2010 Ramón Galí. Crítica cinematográfica cedida por la revista Tiempos Futuros Future Times.
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